UN PEINADO PARA EL AMOR

Tuve la suerte de haber sido educada por mi abuela, una mujer de ascendencia rusa, de quien heredé una abundante cabellera oscura, más brillante y sedosa que el satín. Ella pasaba horas  cepillándola y peinándome. Cada vez que creaba un peinado para mi cabeza me narraba alguna historia, para mi corazón.

Unos días después de cumplir 14 años (días en que mi piel respondía estremeciéndose a cualquier pensamiento relacionado con ese chico  del 3er grado) mi abuela me miraba con especial atención, miraba el rubor repentino de mis mejillas, el brillo sutilmente lánguido de mis ojos, y por supuesto, la textura de mi piel estremecida. Y  una de esas  tardes me llamó a su cuarto y me dijo: -Mi hermosa, hoy la luna brilla radiante sobre ti, ven que trenzaré tu pelo para que conozcas los largos caminos del amor, sus distintas vías y su magia entrelazada.

Acarició mi pelo de manera especial ese día, roció un  aceite hindú de aroma exótico y deslizó sus dedos entre mi cabello dándole una flexibilidad  que me relajaba y llenaba de placer.

El amor- me dijo- tiene tres caminos.  Entonces separó mi pelo en tres gruesas guedejas de igual espesor.  -El amor sensual -siguió-  que corresponde a un impulso de la vida y que penetra en nuestra química más íntima embriagándonos sin pudor, el que utiliza toda nuestra pasión y nos enciende el alma, a través del cuerpo, transformando todo en gozo y deseo, este amor es natural y espontáneo, es inútil intentar crearle una moral,  es impulso de nuestra esencia más libre y gozosa-.

 Suave y hábilmente comenzó a urdir mi pelo, abriendo dos de los mechones y metiendo un tercero entre ellos, con un sensual movimiento de sus dedos. –El segundo -continuó- es el amor compasivo, cuando logramos ver más allá de nuestras necesidades y deseos, cuando somos solidarios y hemos salido un poquito de la carencia personal y nos dan tantas ganas de aportar mejoría y bienestar a los demás, y es de ese mismo placer expandido que brota un deseo natural de ampliarse, de llegar a más lugares de una forma mayor que dos seres gozando de su unión, entonces hay familia, comunidad, un mundo al cual amar, esto permite la continuidad.

-El tercer amor- dijo sin dejar de entrelazar mi cabello- es aquel que busca más, ser más en sí mismo, tocar otros mundos, el amor creador, el amor que se entiende en el cuerpo, en las emociones y en la mente, el que ama apasionadamente conocer, crear belleza, descubrir orígenes, el que busca más allá de su deseo básico y que al expandirse tanto se colapsa en todo, el que no puede vivir sin seguir buscando el centro de su ser, el que sabe que el sol, el mar, el cuerpo, y todo el universo está grabado perfectamente en la pupila de su amada,  y es idéntico al brillo de la luna…

Mientras hablaba iba creando con mi cabello un peinado tan sofisticado basado en una trenza, ¡en una sencilla trenza!, que me quedé impactada.  -¿Cómo lo hiciste abuela? ¿Cómo lograste algo tan único y hermoso? ¿Por qué ya no sabemos peinarnos así?

Bueno hemos reprimido tanto la naturaleza de nuestra sexualidad que la alteramos por completo, hemos cambiado el ser solidarios por competir unos con otros, y  confundimos la sabiduría con la información  que nos dan en la escuela para aprender a ser más competitivos, y así perdimos la intuición, la espontaneidad y la creatividad. Separamos y alteramos sin darnos cuenta las bases que construyen al amor.

-Los amores, como los peinados, son únicos y hermosos, sólo hay que usar en igual medida  estas tres formas del amor y así tendremos  intensa y constante pasión, compromiso y sabiduría.  El sexo sin divertida creatividad y sin preocupación por lo que construye y por los demás, aburre, cansa,  pues su naturaleza es cambiante, los químicos del amor de eros no duran más de 6 meses, por ello una buena trenza requiere de los otros dos mechones.

-Y cómo vamos a construir al segundo amor en este sistema de competencia y productos donde lo que impera es el consumo, no importa quién eres, sino que no dejes de consumir o de ser un producto.

-Las virtudes sobre las cuales se teje esta trenza no son tan compatibles con el sistema del cual depende nuestra supervivencia actualmente. Hay que ir al tercer estado del amor, ubicar la ética natural del segundo y recuperar nuestra pasión sexual genuina para gozar del amor como Dios manda. Colocó, con sonrisa de satisfacción, un rubí sobre mi trenza y me levantó mirándome orgullosa, luego me mandó a mi cuarto con una suave nalgada de complicidad.

Yo estaba feliz con mi peinado y aunque no entendí todo lo que la abuela dijo, sí me quedé con ganas de saber trenzar algo hermoso con ese chico de cabellos rubios.

 

Cancún, Q. Roo                                                                                          Daniela Palacios

 

 

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