EL PALACIO DE JADE

 

 Solamente recuerdo que, cuando tomé conciencia, estaba en un hermoso palacio de jade, verde, luminoso, sencillo y naturalmente elegante, como si fuera una película de Cuarón.  No tenía noción de mi edad y aunque me sentía como un bebé tenía la conciencia de una anciana sabia, estando ahí dentro yo tenía la sensación de saberlo todo pero  estoy casi segura que  nunca antes estuve ahí.  Me acerqué con cautela y curiosidad al mueble que estaba frente  a mí y observé que había cuatro frascos llenos de lo que yo comería,   parecía que era lo único que había en ese lugar para alimentarme, no sabía cuánto tiempo estaría ahí, así que tomaba de cada uno sólo lo necesario.  El primer frasco me hacía sentir viva, era como si bebiera  la certeza de que no faltaba nada, su  sabor era consistente por lo que ese día dormí tranquila.  Al poco tiempo, bueno no sé cuánto,  me despertó un extraño frío y unos ruidos que me asustaban, sentía que todo se movía, un temblor o algo así que me hizo ver lo vulnerable que soy,  sentí miedo y corrí por otro frasco, este era de temperatura cálida, en seguida sentí mi piel acariciada y todo se calmó, me sentí abrigada y protegida, decidí guardar este frasco para momentos como este.                                                                                                                          

 Yo no sé por qué no se me había ocurrido antes voltear para el otro lado, porque ahí había otro mueble, me acerqué y lo revisé, tenía también cuatro frascos iguales al anterior, bueno muy parecidos  y me puse a investigarlo, descubrí un cajón que abrí en el que encontré un diario y me recosté a leerlo atentamente y así me fui enterando de la vida de la mujer a la que perteneció el mueble y el diario, claro, mientras leía los secretos que guardaba ese cuaderno tomaba el tercero de sus frascos, y sin querer iba como reviviendo lo que leía. Esa mujer había sufrido lo indecible, abusos, maltratos, rechazos y abandono, me quedé dormida con el diario entre mis manos y soñé la tristeza de cada letra que leí,  pero al beber sus frascos  descubrí que estaban llenos de claridad, ellos tenían un brebaje para su entendimiento.           Cuando desperté pude pensar que seguro habría más muebles con bebidas que me mantendrían viva y sabia y me di a la tarea de explorar este mágico lugar lleno de información que parecía nutrirme,  encontré otros sitios con otros muebles, y cada uno tenía ´más frascos para beber y más historias por contar, en una había cintas grabadas con canciones y melodías que transmitían conocimientos ancestrales sobre la posibilidad infinita de transformar y recrearlo todo, y las fui escuchando los días que me quedaba ahí alimentándome de los líquidos que ofrecía su espacio.  Otro día encontré un bello escritorio, con el que me identifiqué enseguida, estaba decorado con mis colores favoritos, y sus secretos, que eran sobre la naturaleza pero especialmente sobre las flores y las aves, estaban escritos en forma de poemas y dibujos, algunos no estaban terminados así que decidí arrancar esas hojas y llevarlas  conmigo,   en algún momento podría tal vez terminar de escribirlos y dibujarlos, por supuesto lo que bebía ahí era lo más delicioso.  Bebí los frascos de cada mueble y cuando se agotaban unos yo bebía de los otros, y  aprendí todo lo que hay que saber. Siempre hubo suficientes frascos, unos más amargos que otros, unos demasiado dulces, otros agrios o salados, según la vida de cada mujer que de algún modo ahí vivió,  pero todos los tomé, sin duda teniendo mis favoritos, en particular disfrutaba del mueble del espejo grande que me mostraba la sensualidad perfecta de cada movimiento de mi ser que reflejaba a todos los seres, sus frascos tenían un líquido delicioso que me embriagaba dándome lucidez y fuerza.  Hasta que un día todos se terminaron y yo comprendí que era el momento de partir,  era imposible seguir ahí,  a pesar de que era un lugar hermoso y lleno de sabiduría  de todos los tiempos, magia y enorme poder, pero  yo debía partir. Para entonces era fácil comprenderlo todo, una suerte de confianza de saber lo que ha pasado y lo que pasará, de saber a dónde ir como si ya hubiera ido, de mirar los ojos que ya he mirado y a través de los cuales yo me miro, en fin que sabía perfectamente qué hacer.         

 

Y ya, eso es todo, luego  nací como todos, respiré y me amamantaron, lloré y reí, aprendí a caminar y a hablar, y cada vez que algo pasa y yo no puedo comprenderlo cierro mis ojos y recuerdo ese mágico lugar que lo sabe todo.  Me quisieron hacer creer que soy débil, que podía enfermar o morir y que yo estaba  sola, separada,  que necesitaba  cosas absurdas,  pero no, lo que pasa es que casi nadie  recuerda su estancia en  el palacio de jade, su luz y su poder.  Pero yo nací mujer  y tengo en mi vientre la réplica exacta del palacio, donde revivo con infinito placer su sabiduría. Además me traje los poemas y dibujos que me mantienen unida a todo lo que hay en el universo, letra por letra y trazo por trazo.

 

 

Cancún, Q. Roo                               8 de marzo de 2014                                               Daniela Palacios

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